domingo, 17 de enero de 2010

Mi vida social neozelandesa



He hecho propósito de enmienda y he decidido no quejarme más de la residencia (en el fondo siempre viene bien dar un poco de pena, para que la envidia cochina no os corroa… qué pensabais, era todo una estrategia).

Efectivamente, mi vida en Auckland es algo más que estar metida en esta gruta de raritos y autistas intercontinentales. Bueno, también es algo más que ir a trabajar (y aunque no lo parezca, estoy trabajando muchísimo… ya os contaré más adelante). He empezado a cultivar mi vida social neozelandesa.

El viernes después de llegar del trabajo (repito: sí, he venido a trabajar), me di una ducha veloz (por mi espíritu ecologista y porque me da un poco de asquito el baño), y me preparé para salir. Es decir, me puse unos vaqueros costrosos y una camiseta más o menos limpia (mamá: una camiseta absolutamente impoluta). Había quedado con Priscilla (no la reina del desierto, sino la amiga de la prima de un amigo mío… -Lucas, un saludo desde aquí!-).

Priscilla es una chica de origen malasio (¿malasio? ¿malayo? Vamos, de Malaysia), absolutamente encantadora, de ese tipo de personas que según la conoces te das cuenta de que vas a entenderte perfectamente (y no, no hablo de la barrera idiomática). Era su cumpleaños, así que para celebrarlo había preparado el típico plan neozelandes: ir a tomar tapas y sangría a un bar español. Sí, efectivamente, el primer bar que pisaba en Auckland y era español. Tengo que reconocer que cuando estuve en Australia hace unos años el primer restaurante en el que cené también era español… ¿será una especie de obsesión secreta? ¿una señal del destino? ¿casualidad? ¿Matrix?

El caso es que ahí estaban todos los amigos de Priscilla (unos 30 en total), en una mezcla cultural que ya la querrían en los anuncios de Benetton: chinos, malayos (¿malasios?), indonesios, kiwis, un par de alemanes… hasta un italiano de Cerdeña.

Después de beber más sangría de la que he bebido en todos los años de facultad juntos, nos fuimos a un Comedy Club, donde unos neozelandeses muy graciosos hablaban y decían cosas graciosas (que yo entendía parcialmente, pero de las que me reía al unísono con el resto de la gente). Sí que entendí que al principio preguntaron por quién era extranjero. Yo, por supuesto, calladita en un rincón. Pero gracias a los amigos de Priscilla me convertí por un rato en el centro de atención… con bromas posteriores sobre la falta de depilación de las mujeres españolas (lo cual no entendí, porque todos sabemos que las que no se depilan son las portuguesas, no? Por lo menos son las que tienen los bigotes más exuberantes. Por cierto, adoro Portugal. Un beso desde aquí).

Me retiré a tiempo cuando todos se iban a un karaoke. Mi reloj biológico (el del jet lag, no el de tener hijos), me pedía dormir desde hacía bastantes horas, y todos sabemos que el karaoke no es mi fuerte (evidentemente no había tenido la suficiente sangría).


Ayer, sábado, lo dediqué a lavar ropa, pasear por el parque, ver jugar al cricket (un deporte absolutamente incomprensible, por mucho tiempo que lo mires y lo mires), pasear un poco más, patinar un ratito… lo que comúnmente se conoce como “la buena vida”.

Hoy he ido a hacer KAYAK, es decir, a montar en canoa (sí, como los indios… los indios-pieles roja, no los indios-indios). El plan surgió ayer, cuando en uno de mis paseos me encontré a Iqbal, el hermano de Priscilla, y me dijo que iría hoy. Diréis lo que queráis, pero no solo tengo vida social, ¡ya hasta me encuentro a conocidos por la calle!





A media hora de Auckland encuentras sitios que parecen sacados de una postal, con ríos verdes entre manglares, playas casi desiertas, caminatas entre árboles gigantescos… ¡si hasta los coches están aparcados en praderas verdes! Igual suena un poco repelente, pero no es lo mismo andar haciendo el idiota con una canoa aquí que hacerlo en el pantano de San Juan… para qué vamos a engañarnos.

Después nos hemos tomado unas cervecitas en un bar motero en un pueblo perdido, lleno de tíos enormes con enormes bigotes y camisetas de Harley Davidson. Y aquí estoy, en mi amada residencia, descansando un poco antes de irme a bailar salsa.

Efectivamente, lo de andar en el hemisferio sur me ha trastocado.

Un beso desde aquí


7 comentarios:

  1. Pero tu donde estás que bailas salsa y bebes sangria?? Porque no me cuadra mucho con la idea que tenía yo de Nueva Zelanda...

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  2. Jajaja... si sólo te falta apuntarte a un concurso de tortillas de patatas!
    :-P

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  3. Qué sitios tan preciosos! Ya estoy más tranquila, veo que te lo pasas bien y -creo- que incluso trabajas.

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  4. Aunque en silencio, sigo de cerca tu blog, con una pizca de envidia, para que lo vamos a negar. Un beso y pásalo fenomenal.

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  5. Pues a mí me recuerda al pantano de San Juan...

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  6. ahh y no olvides visitar mi parque!!! :D

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  7. Albert Park? ya lo he visitado, coraçao!! es muy bonito, xo donde esté el Reti... eso sí, no me compares mi rio con la caca del pantano de san juan... envidia? juas, juas, juas

    sabes que estoy patinando en el parking de la residencia? la gente me mira como si me hubiera vuelto loca...

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Tragos