Hoy me he encontrado un papel en mi monedero, revolviendo para encontrar el metrobús, para ser más exactos (¿cómo demonios puede ser que ese trocito de cartón se me pierda todos los días? Y mira que intento ponerlo siempre en el mismo sitio…). El caso es que mientras veía cómo se iba el metro me he encontrado con una servilleta de un bar, doblada en cuatro trozos, la he abierto y me he dado de lleno con mis propósitos de fin de año. Bueno, de hecho, son mis propósitos en una columna, y los de J en la de al lado. Resulta que quedamos J y yo una noche, para arreglar el mundo, y a la cuarta cerveza en el FreeWay se nos ocurrió la genial idea de apuntarnos lo que teníamos que conseguir este año, para que no se nos olvidase. Acto seguido, lo escondí en mi cartera, creyendo que me lo volvería a encontrar con mis propósitos ya cumplidos.
Tres propósitos cada uno, tampoco hay que excederse. En la columna de J aparecen (sin orden de prioridad):
- Cambiar de curro (J sigue en el mismo trabajo, ya ni siquiera habla de buscarse uno nuevo).
- Bajo (creo recordar, entre vapores de alcohol, que se refería al instrumento musical, que quería comprarse uno nuevo… por supuesto, sigue tocando el mismo, pero todavía le quedan 9 meses por delante).
- Novia (seguimos saliendo mano a mano por los bares, y durmiendo solos, así que de novia, nada de nada).
A estas alturas del año: 0% de éxito. Fracaso total.
Mi columna ahora:
- Gimnasio (bueno, de hecho estoy apuntada a uno. En tres meses he ido… tres veces –si contamos la del día que fui a pagar-).
- Doctorado (en fin… prefiero ni pensarlo).
- Olvidar… y eso sí que lo he cumplido: ¡ya no recuerdo lo que tenía que olvidar!
Es evidente, en Noviembre seré una Doctora con músculos de acero… ¡¡lo último que se pierde es la ilusión!!
miércoles, 12 de marzo de 2008
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jajajajaja, es un hecho, no quepa la menor duda, ¡es irrefutable!
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