lunes, 21 de abril de 2008

Noche del viernes... mañana del sábado.

Creo que necesito unas vacaciones. El trabajo está empezando a afectarme. He llegado a un punto insostenible. Si no son unas vacaciones, tendrá que ser una baja por agotamiento. Mejor os cuento lo que me pasó el otro día, para que me entendáis (y no quiero ni un solo comentario de los de "pero si tú no curras nada", "anda, exagerada, si tampoco es para tanto", ¡ni uno!).


Después de una larguísima semana de currar y currar, y currar y currar, llegué al viernes. Desde luego, no de la mejor manera, pero llegué. Salí a cenar con mis amigas. El plan teórico era juntarnos para hablar de nuestras cosas; el real era que una de ellas -no soy yo- se ligase al camarero del restaurante. Al final, y como era de esperar (y de desear, por mi amiga), Ella (no voy a dar más detalles) acabó con el camarero en cuestión (que resultó ser el dueño del restaurante, mira cómo son las cosas). El resto nos quedamos aguantando a los amigos del ligado (o del ligando, según cómo se piense). Y digo aguantando con toda la razón, porque eran francamente... dejémoslo en que eran francamente (punto).

El caso es que para soportar la noche nos tomamos unas cuantas copas (que no voy a contabilizar porque sé que hay gente de mi familia que va a leer esto, y quiero que me sigan considerando la persona responsable que soy -mamá, te lo prometo, yo solo me tomé una cerveza, y ni siquiera me la terminé-). Llegué a mi casa en unas condiciones ligeramente deplorables. Me metí en la cama y me quedé dormida antes de apoyar la cabeza en la almohada.

Hasta aquí todo normal.

Me despierto por la mañana. Sábado. Festivo. Miro el despertador: 9:36. Doy un salto (literal) de la cama, me pongo nerviosísima, me doy cuenta de que me he quedado dormida, y que seguro me están esperando en el trabajo. “¿Qué hago? ¿A quien llamo? Me van a matar, ¿pero cómo se me pudo olvidar poner el despertador ayer, jueves?”. Doy dos saltos más hasta el baño, enciendo la ducha, me meto dentro y cuando me estoy poniendo el champú caigo en la cruda realidad de que esto haciendo el imbécil. Apago la ducha. Me seco. Me tomo un ibuprofeno, y a la cama otra vez. Si es que soy idiota. No, no, mejor dicho, si es que necesito unas vacaciones… ¡este trabajo me va a consumir! (y por supuesto, la culpa es de un exceso de carga laboral, no de la posible ingesta excesiva de alcohol de la noche anterior. ¡Faltaría más!).

3 comentarios:

  1. Me ha pasado tb... yo que tu me preocuparia.

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  2. a mi tb me ha pasado...

    Cuando te das cuenta de que es sabado sientes una mezcla de: soyimbecil+yujuualacama+enfin...currodemasiado

    ¿Que tal te lo pasaste ayer con mis frikiamigos?

    Muaaaaa

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  3. Estuvo genial... tenemos que repetir, además, ya casi he conseguido olvidar todo lo que se metieron conmigo.

    Y casi ni me escandalicé ni nada! (bueno, un poco sí...). Jajaja. Un beso!

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Tragos