Una confesión: soy un poco peliculera. Vale, vale, si hago una confesión, que sea de verdad: soy muy peliculera. Y hay cosas que me encanta hacer, probablemente porque las he visto en películas un millón de veces y, reconozcámoslo, suenan muy bien. Un par de ejemplos: me encanta llegar a un bar y decirle al tío de la barra “¿qué tal? Ponme lo de siempre”… y que él sepa qué es lo de siempre y me lo ponga (bien frío, y si puede ser, en vaso ancho). O mejor aún, llegar a la barra y que el camarero me diga “¿qué tal, Cris? ¿Te pongo lo de siempre, no? Y no te preocupes, que a esta invita la casa”. ¡Si es que suena tan bien!
Otro ejemplo: decirle a las enfermeras, justo antes de salir por la puerta del quirófano “enhorabuena, equipo, la operación ha sido un éxito”. Sé que suena un poco freaky, pero no puedo evitarlo. ¡Me encanta!
Y así puedo seguir mucho más, pero no quiero irme por las ramas. Esto viene a que ayer viví una situación 100% de película, de esas que cuando lo estás haciendo piensas para tus adentros “¡por fin!”. Ayer realicé una de esas cosas que aparecen en todos los manuales de Boy Scouts, y en casi todas las películas de adolescentes tipo La-fea-buena-que-luego-resulta-guapa-y-se-hace-popular (otra confesión: me encantan esas pelis, terrible, pero cierto).
Iba andando por la calle, camino del metro, sorteando oficinistas y charcos de lluvia cuando me encuentro con un semáforo en rojo. Me paro y justo a mi derecha veo a un señor con gabardina, sombrero, gafas de sol (no, no era un detective de incógnito… mucho mejor) y un bastón blanco. ¡Un ciego! Dando (valga la redundancia) palos de ciego para llegar hasta el semáforo. Se había quedado entre un árbol y un coche, el pobre, con un bordillo altísimo a un lado y un charco como el Atlántico en el otro. Total, me acerqué a él y muy educadamente (que es como hay que hacer estas cosas) le dije si quería que le ayudase a cruzar la calle. Me dijo que sí, que muy amable, y le agarré del brazo (como he aprendido a hacer gracias a las películas) y crucé con él por el paso de cebra. Reconozco que la gente me miraba con cara de envidia. ¿Acaso hay algo más de película que ayudar a cruzar a un ciego? Y luego seguí andando, feliz, sabiendo que, desde luego, había realizado mi Buena Acción del Día. Ya solo me faltaba que el más popular del instituto me invitase al baile...
Otro ejemplo: decirle a las enfermeras, justo antes de salir por la puerta del quirófano “enhorabuena, equipo, la operación ha sido un éxito”. Sé que suena un poco freaky, pero no puedo evitarlo. ¡Me encanta!
Y así puedo seguir mucho más, pero no quiero irme por las ramas. Esto viene a que ayer viví una situación 100% de película, de esas que cuando lo estás haciendo piensas para tus adentros “¡por fin!”. Ayer realicé una de esas cosas que aparecen en todos los manuales de Boy Scouts, y en casi todas las películas de adolescentes tipo La-fea-buena-que-luego-resulta-guapa-y-se-hace-popular (otra confesión: me encantan esas pelis, terrible, pero cierto).
Iba andando por la calle, camino del metro, sorteando oficinistas y charcos de lluvia cuando me encuentro con un semáforo en rojo. Me paro y justo a mi derecha veo a un señor con gabardina, sombrero, gafas de sol (no, no era un detective de incógnito… mucho mejor) y un bastón blanco. ¡Un ciego! Dando (valga la redundancia) palos de ciego para llegar hasta el semáforo. Se había quedado entre un árbol y un coche, el pobre, con un bordillo altísimo a un lado y un charco como el Atlántico en el otro. Total, me acerqué a él y muy educadamente (que es como hay que hacer estas cosas) le dije si quería que le ayudase a cruzar la calle. Me dijo que sí, que muy amable, y le agarré del brazo (como he aprendido a hacer gracias a las películas) y crucé con él por el paso de cebra. Reconozco que la gente me miraba con cara de envidia. ¿Acaso hay algo más de película que ayudar a cruzar a un ciego? Y luego seguí andando, feliz, sabiendo que, desde luego, había realizado mi Buena Acción del Día. Ya solo me faltaba que el más popular del instituto me invitase al baile...
jajaja que grande...ayudar a cruzar a un ciego...debe ser mejor de todas formas, hacerte pasar por ciego y que te ayuden a pasar...oooh si, eso si que debe molar.
ResponderEliminarPero deberias contar de verdad la historia. Esa historia en la que en verdad llevaste al ciego por todos los charcos y lo dejaste enmedio de la carretera...muahahaha.
Un apunte....aunque me duela, confirmo que por desgracia, crixpina es una adicta a las peliculas de tele5 por la tarde...a mas mala, mejor.
Gracias, gracias... esperaba que quedase algo para la duda de si sería verdad o no (lo de las pelis de tele5, no lo del ciego, que POR SUPUESTO es verdad). No hay nada como la familia...y no me hagas sacar trapos sucios, que igual sales perdiendo!
ResponderEliminarY x otra parte, la duda ofende, soy una buena boy scout (girl scout, en mi caso), y me porté como Dios manda (vale, tuve la tentación... pero solo un segundito de nada).
Yo también soy peliculero, pero la que más me gustaría (la del bar es buenísima) es la de ser el actor principal, pero no por ser el héroe o para tener la mujer más linda, sino para no tener que dar vueltas para encontrar lugar para estacionar, como les pasa a ellos, que siempre consiguen lugar de inmediato.
ResponderEliminarde verdad... hay que ser cabrona, la verdadera historia es que el ciego llevaba media hora para cruzar a donde estaba, y queria mear entre los coches, pero justo aparecio Cris y por corte y educación dijo... vale ayudame a cruzar, y cuando se fue penso: Mierda de niñata con lo que me habia costado llegar al otro lado... aqui no hay sitios para mear¡.
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