martes, 24 de junio de 2008

Más rutinas (2)



Más rutinas que me encantan:

6. Ir a la biblioteca del barrio, la de Conde Duque. Entrar por el arco detector de metales (¿pero quién va a meter una pistola en una biblioteca? ¿Estamos locos o qué?), y ver el patio. Mirar entre las estanterías el libro que me voy a leer. Es como escoger un bombón en una caja llena. Y lo reconozco, elijo los libros por la portada.

7. Llegar un viernes a las diez de la mañana a casa, después de una guardia horrible. Darme una ducha con agua casi hirviendo, y meterme en la cama, limpia como si estuviera para estrenar. Saber que puedo dormir hasta las siete de la tarde, y que el fin de semana está empezando. Encender la luz, leer un rato, estirarme todo lo que pueda, ponerme cruzada en la cama, y quedarme dormida como si me fuera la vida en ello. ¡Qué maravilla! Esto sí que no es comparable a nada en este mundo…

8. Domingo por la tarde. Salir de casa a las siete, con buen tiempo. Ir andando por San Bernardo, llegar a Gran Vía. Seguir andando hasta Cibeles. Continuar hasta el Retiro. Llegar al Palacio de Cristal y tumbarme en el césped de enfrente, el que tiene justo delante el estanque pequeño. Y pasarme ahí leyendo horas, sí, el libro que cogí el día de antes en la biblioteca de Conde Duque, el que tiene una portada genial.

9. Hacer la compra. Vale, sé que esto suena un poco a maruja (pero no nos engañemos, soy una maruja atrapada en el cuerpo equivocado). Me gusta ir cogiendo las cosas de los estantes, pero sobre todo me gusta meterlas después en mi carrito rojo de la compra y andar a casa. De hecho, lo que me gusta de hacer la compra es mi carrito. Me lo regalaron estas Navidades, y me encanta. Mis tías se reían de mí cuando lo pedí, pero qué le vamos a hacer, era lo que me hacía ilusión. La conversación con ellas fue más o menos así:

-¿Qué te apetece por Reyes?
- Mmmm, no sé, creo que no necesito nada…
- No, no, no es que necesites, es algo que te apetezca.
- Pues entonces, un carrito de la compra, de esos de tela con ruedas.
- ¡¿Cómo!?
- Sí, de los de toda la vida. ¿Qué pasa? Me hace ilusión…
- ¿Pero tú no haces la compra por Internet?

Y claro, ahí me di cuenta de que había un salto generacional a la inversa. Al final me regalaron un carrito monísimo, que es la envidia de todo el Carrefour y de mi portero, Mariano. Y yo he recuperado la ilusión de hacer la compra.

10. No discutir. Ya lo sé, puede no parecer una rutina, pero cuando te has pasado discutiendo mucho (muchísimo) tiempo, estar meses seguidos sin tener una pelea es una MARAVILLA. Se lo recomiendo a todo el mundo. Como dice Jose Carlos, un matrón de mi hospital, “nada es lo suficientemente serio como para que haya que discutirlo”. Una maravilla.

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