viernes, 2 de abril de 2010

Over the Top Rock


Me despierto a las nueve. Abro las cortinas. Enfrente tengo el lago Wakatipo, y justo detrás The Remarkables, unas montañas de más de 2000 metros de altura, que aparecen recortadas sobre el cielo azul.

Me visto con suficiente ropa como para ir a Siberia de vacaciones. Lo único que sé del plan es: “lleva ropa para frío y una manta de picnic”.

Conducimos veinte minutos alrededor del lago. Con la luz de la mañana el agua aparece azul brillante. Por el camino recogemos una par de autoestopistas. No puedo negarlo: me encantan, y como, evidentemente, cuando conduzco sola no recojo a nadie, aprovecho en estos viajes para gritar siempre que puedo: “¡Hey, un autoestopista! ¡Vamos a cogerle!”, con el consiguiente frenazo, volantazo hacia el arcén y caras de odio de todos los del coche. Pero la realidad es que luego a todo el mundo le divierten los autoestopistas. Por supuesto, nunca pido recoger a los que tienen cara de asesinos en serie, violadores o psicópatas, yo soy más de hippiosos-perro-flautas que han decidido dar la vuelta al mundo sin pagar por su transporte. Me encantan.

Llegamos a un campo de golf entre lagos y lomas verdes. Me siento la más cutre del lugar. Con diferencia. Con mucha diferencia. Para mí, vestirse para ir al frío significa ponerme muchas capas, sin combinar colores, gorro, bufanda, y el abrigo de esquiar. Poco elegante pero funcional. Para la gente que hay en el club de golf, significa llevar unos gorritos ideales que combinan con un abrigo monísimo y unas botas estupendas. Vaya.



De todas formas, el desayuno, “brunch”, es estupendo. Como todo lo que jamás en mi vida comería en Madrid para desayunar: huevos, salchichas, bacon, patatas fritas, patatas asadas, más huevos, ensalada… parece que la última vez que me alimenté fue en el desayuno de Reyes. Las señoras finas sorben sus infusiones y me miran por encima del hombro.

Y entonces empieza lo bueno.

Somos 150 personas, divididas en grupos de seis. Separadas por turnos. Cuando llega mi turno (“equipo azul. Salida a las 12.40”), vamos a una de las pistas de golf. Un helicóptero negro aterriza, en un vendaval de trocitos de hierba y hojas. Corremos agachados hacia la puertecita del helicóptero, nos ponemos los auriculares y nos abrochamos el cinturón de seguridad. Yo me siento delante, al lado del piloto. Es mi primer vuelo, y estoy como una niña pequeña. El piloto dice “Can you hear me? Everyone ready?”. Le miro y hago un gesto con el pulgar como si en mi vida no hubiera viajado en otra cosa que en un helicóptero. Probablemente él piensa que soy idiota y que he visto demasiadas películas, pero sonríe y yo me siento super guay. Super guay.



(Inciso: si en este momento me preguntasen qué quiero hacer con mi vida respondería: ser piloto de helicópteros. ¡A la mierda la medicina!).

El helicóptero despega, y por un segundo me acuerdo de los huevos, del bacon, del café y del roscón de Reyes de hace 3 meses. Pero es solo un momento, y en seguida vuelvo a estar tan emocionada que sólo puedo sonreír y mirar por el cristal cómo nos alejamos del suelo y nos acercamos a la montaña. ¡Uhhhhh! ¡Estoy en un helicóptero volando sobre un lago! Por los auriculares oigo al piloto, a los otros pilotos, a la gente de la torre de control. Y el sonido de las aspas. Y las montañas inmensas delante.


(Definitivamente: piloto de helicópteros en un sitio con montañas).

Subimos casi en vertical hacia lo alto de la montaña, y cuando parece que vamos a pasar al otro lado, vemos una explanada con gente haciendo gestos. Ahí vamos. Rodeados por una pared de roca, con una laguna detrás.


La gente que ha ido llegando en los otros helicópteros bebe cerveza y vino. Todos sonreímos, y nos saludamos al pasar. Es tan impresionante que incluso me hago una foto con Sam Neill (sí, el de Parque Jurásico).


(Casi dudo de mi vocación de piloto, y pienso que igual ser un actor famoso, y poder viajar en helicóptero y a estos sitios todo lo que quiera… pero no, me quedo con lo de piloto.
Cuando hemos llegado todos, empieza lo mejor. Un escenario casi en un cortado. Aparece un grupo con camisetas negras. El guitarrista y el de los teclados son hermanos gemelos. Una de las chicas que canta, también es hermana de los gemelos. El resto son primos entre ellos. No, no son Hanson ni los retecontramalditos Jonas Brothers. Al contratrio, tocan Pink Floyd. Y comienzan con el Dark Side of the Moon.


(En este momento me olvido por completo de mi vocación de piloto, de mi vocación de médico y de todas las vocaciones del mundo… ¡Esto es tan increíble… que quiero ser estrella del rock!).

Yo creo que todos hemos tenido un momento en la adolescencia de escuchar Pink Floyd una y otra vez. Y todos nos hemos planteado cómo sería verles en directo. Sólo puedo decir que dudo que ningún concierto en el mundo pueda compararse a este: The Great Gig in the Sky con el sonido rebotando en las rocas, Speak to me con el lago de fondo, Money tumbados en la hierba a 2500 metros de altura, Breath in the air bebiendo vino blanco en la cima del mundo…

Como colofón, un sonido de helicóptero en los altavoces. Comienza Another Brick on the Wall. Y detrás, los helicópteros encienden los motores. Mientras la canción empieza a hacerse más intensa, las aspas comienzan a girar. Un helicóptero se eleva, y mientras la voz se escucha, vuela por detrás del escenario, hacia el valle. Nos ponemos de pie. Somos parte de la montaña, de la música, somos helicópteros:

We don´t need no education,
we don´t need no thoughts control…
No dark sarcasm in the classroom...
Hey, teachers, leave us kids alone!!!





10 comentarios:

  1. pero que tia!!! MENUDO PLANAZO!!!!!! que chulada todo, el helicpotero, las montañas, el concierto ahi en medio de la nada... una pasada...

    Un beso!

    ResponderEliminar
  2. joer... desde luego no me imaginaba así un buen plan... yo soy más de ir... al centro. Y sí, tengo envidia, y te recomiendo ser la primera actriz dentro de un helicóptero que hace un musical... y sí... y sí... y... ¿si hago autostop me llevarás hasta allí?

    ResponderEliminar
  3. Pues a mi no me das envidia!!! Sevilla, en Semana Santa no es comparable a ningún paraje por muy neocelandés que sea.. ¿acaso tu has visto hordas de capuchinos, cargados de velas de metro y medio? verdad que no? suerte que yo hice fotos.. las compartiré amiguita...

    ResponderEliminar
  4. mierda....realmente es bueno el plan. No sabes cuanto odio generan estos post.

    ResponderEliminar
  5. Pichurris... ya sabía yo que con este post iba a hacer de todo menos amigos... y por supuesto, la próxima vez que tenga un helicóptero a mi disposición (pasado mañana?) os avisaré con tiempo...

    y sí, Alber, sin ninguna duda tu plan de capuchinos y velitas me parece fascinante... te lo cambio!!!

    Besos hispano-peninsulares...

    ResponderEliminar
  6. Diosssssssssss que envidia me das!!!! Yo una vez hice un vuelo con avión sin motor y también cambié momentáneamente de vocación XDDDD Oye, en serio es Sam Neill??? Lo que hace el maquillaje...

    ResponderEliminar
  7. Yo también quiero, ¿dónde hay que apuntarse?

    ResponderEliminar
  8. que va, no es sam neill...es el tipico tipo disfrazado para que te hagas una foto....y lo de atras un decorado....no no engañaaaas.
    Yo estuve escalando en patones, y vale que no sonaba pink floyd, pero con el vertigo que tenia tampoco hacia falta. Y creo que no tiene nada que envidiar...vale helicopteros...pero bueno, volar con rayanair es mas emocionante, melees, peleas, publicidad sin parar...acaso en tu helicoptero te vendian loteria y cigarros sin humo...ja, seguro que no

    ResponderEliminar
  9. Juas, juas, juas.....

    El próximo post, sobre alguien que conozco, y sus actuaciones, cuanto menos, surrealistas... (y no, no soy yo).

    ResponderEliminar
  10. me encantan tus gafas de robocop y tu cara de "tiiiiiiiia que voy en helicoptero" de la ultima foto. Jajajaja.
    Esperamos nuevos post, que para eso te pagamos

    ResponderEliminar

Tragos